Lo esperaban en Central un año atrás, pero lejos de involucionar en ese tiempo o de mostrar los signos lógicos del desgaste ante tamaña carrera futbolística, hoy Ángel Di María está en una plenitud sorprendente. A los 37 años, volvió a hacerse cargo del halo que trajo a Arroyito y en Junín resolvió un partido áspero. Intuyó el error en el defensor de Sarmiento, fue a buscar el pase corto al arquero y el uno rival debió cometerle el penal que él mismo pateó, suave, distinto, para asegurar todos los logros que podía llevarse el equipo de Holan en esta fecha: la clasificación a los octavos de final y, fundamentalmente, a la Copa Libertadores de América en su fase de grupos, sin pasar por repechajes. Y si Boca no le gana a Barracas Central el lunes en el pendiente, ya ese día festejará e
Di María volvió por el sueño de ser campeón y en pocas fechas empieza a cumplir las previas
La Capital Ovación11 hrs ago
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