La canonización del Dr. José Gregorio Hernández y de la madre Carmen Rendiles, es motivo de júbilo y sano orgullo para la nación. Desde hace años ya eran considerados santos en la piedad popular –sobre todo José Gregorio–, pero ahora están reconocidos y consagrados en el santoral de la Iglesia Católica. Están en los altares.
Ojalá que las beatas María de San José y Candelaria de San José, y varios más cuyas causas de santidad ya están abiertas y en distintas etapas del complejo proceso, avancen con el favor de Dios para que nuestra patria también sea conocida como una tierra de gente buena, generosa y solidaria.
Porque es así. Hay que tener madera de santo para sobrevivir con salarios de miseria, sin educación pública ni salud pública; sin seguridad ciudadana ni respeto por los derechos

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