Hay jugadores que no necesitan hacer un gol o levantar los brazos para ser reconocidos. A veces basta con verlos moverse en silencio, marcando los tiempos, apagando incendios y encendiendo ideas. Jorman Campuzano es uno de ellos. En el Atlético Nacional actual, ese que intenta reencontrarse con su grandeza bajo la guía de Diego Arias, el mediocampista cordobés se ha convertido en la brújula silenciosa, en el corazón que late sin ruido pero que marca el compás del equipo.
A ningún hincha le quedan dudas: el mejor refuerzo de la era reciente no es el delantero que hace los goles ni el defensa que despeja con fuerza. Es Campuzano. Por encima de Alfredo Morelos —que cumple con anotaciones y carisma—, el volante ha devuelto el orden, la responsabilidad y el alma de un equipo que pedía

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