Cuando George Kittle era niño, su padre exjugador y entrenador le repetía una frase que se le quedó tatuada en la mente: “Juega cada down como si fuera el último.” En ese entonces, George era sólo un chico flaco de Iowa con un sueño enorme y una energía que no cabía en el cuerpo. Nadie imaginaba que aquel niño terminaría convirtiéndose en el corazón de los 49ers de San Francisco y uno de los mejores alas cerradas de la actualidad.

Pero su camino no fue fácil. En la universidad de Iowa, apenas y lo volteaban a ver. Era el jugador que llegaba más temprano y se iba más tarde, el que pedía una repetición más cuando todos ya estaban cansados. Y esa mentalidad lo forjó. Porque Kittle aprendió que el talento te abre la puerta, pero la entrega te mantiene adentro.

Cuando los 49ers lo eligieron e

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