Diez años después de que China derogara la política del hijo único, la segunda economía del planeta se enfrenta a una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y el descenso de su población a pesar de la cascada de incentivos para tratar de estimular los nacimientos.
El régimen sostuvo que la política, implementada en 1979, evitó que el país alcanzara los 1.700 millones de habitantes, pero admitió que debía ponerle fin por sus efectos colaterales.
El cambio de 2015 permitió a todas las parejas tener dos hijos y, en 2021, se amplió el límite a tres.
La flexibilización no revirtió la tendencia: el número de nacimientos siguió cayendo y China suma tres años de contracción poblacional.
El país cerró 2024 con 1.408,28 millones de habitantes, lo que marcó el tercer descenso consecutivo d

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