“Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina. Es mortal”, escribió Paulo Coelho. Últimamente, esa palabra —rutina— me produce rechazo. El médico José Ingenieros la definía como “el hábito de renunciar a pensar”. Quizá tenía razón.
Hace poco aprendí que el tiempo no es igual para todos. En Occidente lo concebimos como una línea recta: pasado, presente y futuro. Todo ordenado, medido, y siempre en movimiento. Valoramos la puntualidad, la eficiencia y el rendimiento. Dicen que el tiempo es oro. Pero también puede ser una cárcel. “Si el ocio no produce, se desprecia”. Si no haces algo “útil”, parece que estás perdiendo el tiempo.
En Oriente, en cambio, el tiempo funciona como un ciclo. No hay prisa, porque todo llega cuando debe llegar. La espera no es pérdida: es presencia. En

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