Cansados del ritmo corporativo y en busca de un propósito más profundo, Sarah Ratliff y y su esposo Paul vendieron su casa en California y compraron una finca en el corazón de Puerto Rico.
Entre cultivos, huracanes y nuevos aprendizajes, descubrieron que la verdadera riqueza no siempre se encuentra en los laboratorios, sino en la tierra que se trabaja con las manos.
Del laboratorio al amanecer en la finca
Cuando Sarah y Paul pisaron por primera vez Puerto Rico como turistas, jamás imaginaron que aquella isla los llamaría a residir en ella, relatan en Business Insider .
Pero para ellos, la decisión de abandonar sus carreras en biotecnología en California y mudarse a una finca en las montañas, no fue un salto al vacío, sino más bien, el cumplimiento de una promesa de vida.
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