Cuando leí por primera vez la carta de Konstantin Rudnev desde la prisión de máxima seguridad de Rawson, no me impactó su retórica, sino el silencio entre las líneas.

Allí donde otros muestran acusaciones y desesperación, él ofrece reflexiones dirigidas a la humanidad. Sus palabras no son una queja ni una justificación, sino un reconocimiento filosófico del amor por la vida, incluso en lugares donde parece no haber espacio para la luz.

Konstantin Rudnev, cuya vida se ha convertido en símbolo de la injusticia, fue condenado en Rusia en 2010 a 11 años de prisión sin pruebas.

El tribunal ignoró los hechos, cediendo al ruido mediático: periódicos, blogs y programas de televisión, sin verificar las fuentes, crearon la imagen de un culpable, convirtiendo la mentira en "verdad".

Tras once año

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