La vuelta de la semifinal ante Flamengo arrancó con el estadio convertido en un infierno celeste y blanco, en el cual se juegan a todo o nada, la clasificación a la final de la Copa Libertadores.

El equipo de Gustavo Costas salió al campo en medio de un clima ensordecedor. Desde cada rincón del estadio cayeron lluvias de papelitos, las tribunas se encendieron con bengalas y el cielo de Avellaneda se iluminó con fuegos artificiales.

Las banderas que siempre están presentes quedaron apartadas en este caso, ya que corrían riesgos de ser quemadas.

La escena fue imponente: los jugadores se abrazaron antes del pitazo inicial y el propio Flamengo miró con asombro la magnitud del recibimiento. El Cilindro, vestido de fiesta, recordó a los viejos tiempos de Copas y a la identidad de un club que

See Full Page