Una banca de relaciones «en la que se conocía al cliente por nombres y apellidos, a sus hijos y a sus padres». Así era, a ojos de Martín Molina, la Caja de Ahorros de Toledo que, desde su creación en 1956 y hasta su fusión en lo que fue Caja Castilla-La Mancha, sirvió de apoyo para el ahorro de particulares y familias. Actuó también como «un instrumento financiero, en el caso de Toledo, para el sector agrícola, el ganadero y para los ayuntamientos, que precisaban de una ayuda para poder acometer labores de pavimentación o de alcantarillado. Actuaciones básicas de los ayuntamientos en aquella España de los años 50».
De la evolución histórica de la entidad toledana y de lo que supuso para el desarrollo económico de la provincia trató ayer la conferencia de 'Recuerdos de la Caja de Ahorros d

La Tribuna de Toledo

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