En el año 89 dC, Domiciano organizó una de las primeras fiestas tematizadas con el terror como motivo de las que se tiene constancia. El salón se pintó completamente de negro y se iluminó con lámparas funerarias, y niños vestidos de fantasmas se encargaron de traer la cena en platos negros, no suntuosos manjares, sino las ofrendas que se llevaban a los muertos.
A su entrada, los invitados encontraron una hilera de lápidas con sus nombres en ellas. La mayoría lo pasó fatal pensando que la bromita del emperador era un aviso de que sus días estaban contados, por el propio emperador, claro, pero Domiciano se divirtió tanto que al día siguiente les envió las lápidas, hechas de plata maciza, como compensación por el susto. Esta vez no fue muerte...
La narrativa gótica, el terror más popular, r

La Vanguardia España Cultura

ABC News
Los Angeles Times Politics
America News
PC World Business