Todo comenzó con una masacre. Hace más de 45 años, el Instituto Penal Cândido Mendes, en la Isla Grande de Río de Janeiro, fue escenario del nacimiento de una bestia que aún hoy pone en jaque al Estado brasileño: el Comando Vermelho. Lo que empezó como un experimento del régimen militar —mezclar presos políticos con delincuentes comunes— terminó siendo la semilla de una organización criminal que controla barrios, fronteras y economías enteras.

EL EXPERIMENTO QUE SE VOLVIÓ CONTRA EL RÉGIMEN

En 1969, la dictadura firmó el decreto-ley 898 que autorizaba la convivencia entre guerrilleros y asaltantes de bancos. La idea era castigarlos. El resultado, crear monstruos.

En las celdas húmedas de la Isla Grande, los jóvenes militantes —cultos, organizados, endurecidos por la represión— enseñaron

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