En 1950 Luis Clemente fundó en Cuenca una fábrica de patatas fritas a la que llamó La Clementina. El joven futbolista de la UB Conquense y posterior entrenador apostó por este negocio que compaginaba con su carrera deportiva. Abrió un pequeño obrador en la calle Colón y años después, con el crecimiento del negocio, compró un local en la calle del Agua donde instaló una pequeña fábrica para poder ampliar la producción.

En esos años, Pedro Javier Sanz empezó a interesarse por el negocio, ayudaba los fines de semana en el embolsado de las patatas y en 1980 abrió una empresa de venta de golosinas, mientras que Julián Calvo ayudaba a pelar patatas y a hacer el reparto por los céntricos bares y tiendas durante las vacaciones de verano.

Diez años más tarde, en 1990, Luis Clemente se jubiló y o

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