La mayoría de los consumidores queremos que la carne y los huevos, por poner dos ejemplos, tengan precios baratos, pero nadie desea que las granjas estén cerca de donde vivimos . Todos queremos tener garantizado el suministro de luz a precios asequibles, pero nos negamos a que haya una planta nuclear cerca –bueno, salvo los de la comarca de Almaraz, que ahora pretenden evitar su desmantelamiento– o una térmica que queme carbón o se abastezca de gas. Todos queremos teléfonos móviles, baterías duraderas, coches eléctricos o tabletas y ordenadores potentes, para lo que son necesarios los componentes que salen de los minerales raros, pero resulta que cuando hay un yacimiento de tierras raras en una zona, la mayoría de los vecinos se oponen a su explotación, por la contaminación que eso supone

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