Pero Devin Booker no es un jugador que se rinda con el cronómetro en rojo: “Siempre hay un tiro, aunque el aire se haya vuelto arena” , dijo después, sin mirar a la cámara. Su serie de puntos en el último cuarto —16 en total— fue un ejercicio de precisión fría, como si cada canasta fuera un clic en un botón de relojería.

Mark Williams, con una clavada que hizo temblar los asientos del Footprint Center, puso a los suyos adelante por un punto con menos de un minuto por jugar. El silencio fue casi religioso. Nadie respiró. Los Grizzlies, con el banquillo en pie, parecían más quietos que el propio estadio. Fue entonces cuando Santi Aldama , el joven de 22 años que apenas tiene dos años en la NBA pero ya juega con la calma de un veterano, encontró a su capitán en la esq

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