Lo que muchos ven como una retirada, ella lo llama reorientación . En los últimos meses, sus apariciones públicas se han vuelto tan escasas como las luces de neón en un barrio residencial de Encino. “Trato de trabajar una vez a la semana, como mucho —si eso—”, confiesa en una toma íntima, sin maquillaje, sin filtros. “O a veces, una vez al mes.” No es un capricho. Es una ecuación calculada: cada hora frente a cámaras significa una menos con sus hijos —Mason, de 15; Penelope, de 13; Reign, de 10— y con Rocky, su bebé de dos años, hijo de su esposo Travis Barker .

La excepción fue cuando Alabama, la hija de 19 años de Travis, le pidió participar en un video para su canal de Twitch. No fue un contrato. No fue un producto. Fue una invitación. “Me encanta que me haya pedido ayuda. Que pie

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