Por: Toribio Azuaje

No hay cosa por fácil que sea, que no la haga difícil la mala gana.

Juan Luis Vives

Hagamos hoy un ejercicio y ubiquémonos en los campos polvorientos de la vida cotidiana, donde el sol besa la tierra con promesas de buena cosecha, allí, como el eco de un arado que rasga el silencio, resuena un refrán ancestral: «Para el mal peón no hay buen apero». Esta es una verdad tallada en el hueso de la experiencia humana, que nos susurra que la herramienta más afilada, el instrumento más precioso, pierde su filo en manos torpes o indiferentes.

Imaginemos por un instante al peón como un navegante en mares turbulentos: aún cuando su brújula es de oro puro y su timón de roble centenario, pero su corazón late al ritmo de la pereza, el barco naufragará en lejanas costas olvidadas.

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