Un conductor de plataformas, atravesado por una bala disparada desde el asiento trasero de su propio vehículo, acaba de dejar escrito un extraño precedente de lealtad blindada. Aunque el proyectil le perforó la espalda y lo dejó tendido al borde del desmayo, eligió callar. No señaló a nadie, no interpuso denuncia, y guarda silencio mientras se recupera de una herida que pudo costarle la vida.

Todo ocurrió hacia las dos de la madrugada del miércoles, en Bucaramanga.

Horas antes, el hombre bebía y reía en una casa de lenocinio del barrio San Francisco junto a varios conocidos. Cuando el lugar cerró sus puertas, se ofreció a llevarlos a casa para evitarles el cansancio de la madrugada. Partieron juntos, apretujados, con el ruido de la música zumbando en sus oídos y el tufo de los tragos en

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