La industria de los combustibles fósiles sabía desde la década de 1950 que podía causar un cambio climático, y a finales de la década de 1970 conocía que lo haría con toda seguridad. Sin embargo, en lugar de cambiar la orientación del modelo energético, se ha dedicado a librar una campaña multimillonaria de negación, ocultación, desinformación y retardismo para impedir la adopción de políticas climáticas y de descarbonización.
Las primeras advertencias
Durante las décadas de 1950 y 1960, desde el ámbito científico se explicó en estudios, medios de comunicación y testimonios ante los gobiernos, especialmente al de Estados Unidos, y se alertó a la industria de los combustibles fósiles de que su combustión provocaba y estaba aumentando la concentración de CO₂ en la atmósfera, lo que, con el tiempo, provocaría un cambio climático de origen antrópico.
En las décadas de 1970 y 1980, la industria de los combustibles fósiles tenía una amplia evidencia de la amenaza potencialmente grave que representaban para el clima terrestre. Realizaba informes e investigaciones propias. El programa de investigación de ExxonMobil predijo el calentamiento global con gran precisión, y otras grandes empresas tenían una comprensión similar de la evidencia científica existente. Sin embargo, en lugar de alertar al público sobre la inminente crisis climática y tomar medidas, ocultaron lo que sabían.
El consenso científico sobre el calentamiento global en la década de 1990 ya estaba bien definido. La comunicación pública de dicho consenso comenzó con el testimonio crucial ante el Congreso de EE. UU. del científico climático estadounidense James Hansen y la creación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) en 1988, así como la publicación progresiva de sus seis informes desde 1990 a 2023.
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Tácticas de desinformación
A medida que el cambio climático se convertía en noticia de primera plana y crecía la necesidad política para abordarlo, la industria de los combustibles fósiles, sus asociaciones y sus aliados ideológicos iniciaron una masiva campaña para socavar la comprensión pública del problema y bloquear la adopción de medidas políticas significativas.
Desde entonces, se ha negado y puesto en duda activamente la ciencia climática, se ha confundido al público y a los políticos, y se ha impedido la aplicación de políticas climáticas y de energía mediante la desinformación. Imitando a la industria tabacalera, una táctica clave fue –y sigue siendo– exagerar la incertidumbre científica y afirmar falsamente que no existe consenso entre los expertos científicos y, por lo tanto, no hay base para actuar.
Otras tácticas han incluido denigrar los modelos climáticos, presentar el enfriamiento global como una interpretación alternativa de los datos científicos y fingir ignorancia sobre la perceptibilidad del calentamiento antropogénico.
Mentiras económicas
Las corporaciones de los combustibles fósiles también se dedicaron a promover un alarmismo económico. Un “plan de comunicaciones” de 1995 de la Global Climate Coalition de la industria presentó como principales mensajes públicos no solo “la continua incertidumbre científica”, sino también “económica: pérdida de empleos, mayores costos de la energía, menor competitividad” y “soberanía: Estados Unidos cede la política energética y ambiental a la burocracia internacional”.
Difundió su desinformación directamente a través de anuncios engañosos, informes empresariales, información inadecuada a los accionistas e indirectamente financiando organizaciones negacionistas del cambio climático y políticos de derecha.
Investigaciones recientes han revelado que la industria de los combustibles fósiles también ocultó y engañó durante mucho tiempo al público y a los políticos sobre los graves daños a la salud que estos generan.
La campaña de desinformación coincidió con el esfuerzo de décadas de promover una agenda antigobernanza y antiregulación que afirmaba que el cambio climático (y otros temas) debían dejarse en manos del mercado, y que el gobierno no era, ni podía ser, la solución.
La realidad, como bien señaló el economista Nicolas Stern, es que el cambio climático es una falla del mercado donde “quienes dañan a otros emitiendo gases de efecto invernadero no pagan su externalización”, lo que requiere la acción del gobierno para abordarlo.
Sin embargo, a mediados de la década de 1990, en gran parte debido a la desinformación promovida por la industria de los combustibles fósiles y sus aliados, muchos ciudadanos y líderes políticos se habían convencido de “confiar en el mercado” y evitar la regulación del cambio climático.
Un cambio de registro
A mediados de la década de 2000, a medida que se fortalecía el consenso sobre el actual cambio climático, la industria de los combustibles fósiles cambió su estrategia de la negación pública rotunda del cambio climático a formas más sutiles e insidiosas de propaganda.
Entre sus distintas estrategias, se presentaba el cambio climático como un “riesgo” en lugar de una “realidad”. Incluso después de que la comunidad científica hubiese declarado que el cambio climático era “inequívoco”.
Usan el greenwashing o el ecoblanqueo en la publicidad para presentar a las empresas y organizaciones como conscientes del medio ambiente y comprometidas con las tecnologías bajas en carbono. Sin embargo, de 2008 a 2022 las empresas de petróleo y gas nunca gastaron más del 1 % de sus presupuestos anuales colectivos en proyectos bajos en carbono.
Falsas promesas
Muchas compañías han hecho promesas de alcanzar emisiones netas cero que sus modelos de negocios no pueden lograr. Utilizan una retórica basada en la “responsabilidad individualizada”, en la que trasladan la culpa del cambio climático a los consumidores promoviendo la huella de carbono individual –caso paradigmático de British Petroleum– y su papel en el sostenimiento de la “demanda”, a pesar de que gran parte de esta demanda podría satisfacerse con energías renovables.
Promueven el “solucionismo de los combustibles fósiles”, presentando su industria como una parte esencial e inevitable de la solución a la crisis climática, en contradicción con la evidencia científica de que la producción y el uso continuado de combustibles fósiles la empeorará. Y utilizan juegos de trileros tecnológicos en los que minimizan los daños climáticos de los combustibles fósiles. Por ejemplo, comercializando falsamente el metano como “limpio” y promoviendo tecnologías ineficaces y costosas como la captura y almacenamiento de carbono.
A medida que el costo de la energía solar y eólica van disminuyendo, la industria de los combustibles fósiles presenta falsamente las alternativas limpias y renovables a los combustibles fósiles como poco fiables e inviables. Junto a estas tácticas de propaganda, una gran desinformación climática sigue proliferando en las redes sociales, promovida en gran medida por fuentes relacionadas con la industria de los combustibles fósiles.
La desinformación obstaculiza la acción climática
Estas tácticas siguen siendo omnipresentes y muy influyentes. En 2022, el IPCC concluyó que la desinformación y la politización de la ciencia del cambio climático por parte de intereses creados “han sembrado incertidumbre e impedido el reconocimiento del riesgo” y “han limitado la acción climática”.
Las encuestas muestran sistemáticamente que una parte significativa de la población sigue dudando de la realidad e importancia del actual cambio climático. El Foro Económico Mundial ha concluido que la desinformación es ahora uno de los principales riesgos globales.
En un reciente informe, el Panel Internacional sobre el Entorno de la Información asegura que la mayor barrera para la acción climática puede que no sea la falta de conocimiento científico, sino la “difusión mundial de información errónea que atenta contra la confianza pública y la voluntad política”.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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José María Baldasano Recio no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


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