El 20 de noviembre de 1978, tres años después de la muerte de Franco, dos semanas antes de la aprobación de la Constitución Española, el rey Juan Carlos I se fundió en un histórico abrazo en Ciudad de México con Dolores Rivas Cherif, viuda de Manuel Azaña. Esta madrileña del barrio de Salamanca le dijo al monarca: “Cuánto le hubiera gustado a don Manuel Azaña vivir este día, porque él quería la reconciliación de todos los españoles”. Marcelino Oreja era entonces ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Adolfo Suárez y contó que un día el Rey le dijo que “convendría ir a México”. “Oiga”, le dijo también el monarca, “¿pero no está allí la viuda del presidente de la República? Pues quiero ir a verla”. Puede que éste sea el adelanto de uno de los episodios más emotivos de las memorias qu

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