El automóvil de los malos aceleraba por las calles de la gran ciudad hostigado por el de los buenos, dejando atrás un tendal de vehículos volcados o chocados. Tras doblar en una esquina, como por un hechizo, se esfumaba ante la perplejidad de quienes llegaban apenas después. Poco más tarde se veía partir al camión en cuyo interior yacía, astutamente oculto, el auto de los delincuentes. En situaciones como ésta, recurrentes en la tele de entonces, mi viejo solía enfurecer: "¡Le están dando ideas a los chorros !"

Una sensación semejante experimenté años más tarde, durante un tramo de El Cielo y el Infierno , notable film de Kurosawa basado en una novela negra del norteamericano Ed McBain. La película resolvía ingeniosamente el aspecto más crítico de un secuestro, que es la instancia de

See Full Page