La figura de la ‘chica descarriada’ ha ocupado un lugar central en la historia de Estados Unidos, sirviendo como un concepto lo suficientemente amplio para canalizar los temores sociales en torno a la juventud femenina y traducirlos en un entramado de leyes, tribunales, prisiones, asilos e instituciones ‘extralegales’.

Desde tiempos inmemoriales, este sistema ha dirigido su mirada punitiva hacia las adolescentes por conductas que, en los varones, suelen pasar inadvertidas o incluso ser motivo de celebración. Bajo esta lógica, cada vez que una joven desafiaba las normas (ya fuera usando pantalones, manteniendo relaciones sexuales o enfrentándose a la autoridad paterna) se consideraba que avanzaba hacia un destino marcado por la marginación, la enfermedad y la maternidad fuera d

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