El nombre que resonó en la cancha no era el de un All-Star ni el de un veterano con anillos. Fue Ryan Rollins, el joven de ojos claros y pasos rápidos que nadie esperaba que tomara el mando. Con 32 puntos —13 de 21 en tiros de campo, 5 de 7 desde la línea de tres— y ocho asistencias que parecían sacadas de un juego de video, Rollins no solo rompió su récord personal por segundo partido seguido: lo pulverizó. No fue suerte. Fue decisión. Cada pase, cada lanzamiento, cada defensa agresiva fue un “aquí estamos, y no nos vamos”.
Myles Turner, con 17 puntos y una presencia defensiva que hizo temblar los intentos de los Warriors en la pintura, y Cole Anthony, quien dejó 16 puntos antes de salir por faltas en los últimos minutos, no fueron meros apoyos. Fueron coautores de una historia escrita e

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