En los cañadones del noroeste de Santa Cruz, las cámaras trampa registran cada noche una rutina que hasta hace pocos años parecía perdida. Siluetas ágiles que cruzan entre las grietas, movimientos fugaces sobre las rocas. Son los chinchillones anaranjados, los mismos que habían desaparecido de muchos paredones y que hoy vuelven a poblar el paisaje del Parque Patagonia. Para el equipo que los sigue desde hace años, cada registro nuevo tiene algo de reencuentro: una forma de confirmar que el paisaje se está curando, de a poco, con ellos.
“Cuando empezamos a trabajar con la especie, allá por 2018, no sabíamos casi nada de su biología ni de su distribución actual”, recuerda Emanuel Galetto, coordinador del proyecto. “Sabíamos que había dejado de verse en muchos sitios, incluso en lugares dond

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