Hay noches que, sin ser finales ni partidos de gran cartel, terminan marcando un punto de inflexión en la historia de un club. Para Atlético Nacional, el duelo frente a Llaneros tuvo ese aire de renovación. En el césped no solo se vio un equipo competitivo, sino una camada de jóvenes que dejó la sensación de que el futuro del Verde está en buenas manos.

Los juveniles demostraron carácter y pertenencia, dos virtudes indispensables para vestir la camiseta más pesada del país. Royer Caicedo, por ejemplo, impuso respeto desde el fondo con su porte, juego aéreo y velocidad en los cierres, complementándose de manera perfecta con Simón García, un defensor tiempista, sereno y elegante.

Uno de los grandes puntos de interés fue Andrés Salazar. El lateral, tan criticado, mostró una versión distinta

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