Cartas al director

Por supuesto que lo más cómodo es callar y meter la cabeza como el avestruz bajo las alas. Pero eso es cobardía y plegarse a los criterios del mundo. Se crea o no se crea, es indiferente. Lo que impera en esta Iglesia y sociedad, son los pobres, que aumentan incesantemente al mismo ritmo que se desacraliza la divina eucaristía. Pero, ¿de qué pobres hablamos? En el Evangelio dice Cristo, pobres los tendréis siempre entre vosotros, y Él no tenía donde reposar la cabeza, e ilumina esa doctrina con parábolas, los pobres de espíritu, los que confían en la Divina Providencia. Buscar el Reino de Dios y lo demás se os dará en añadidura.

Y lo que veo desde mi dilatada existencia, la divina eucaristía empeora de día en día. Hablar solo de los pobres materiales son palabras vanas

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