La ejemplaridad de la Corona es el fundamento sobe el que pivota la piedra angular de la monarquía parlamentaria. Ya lo dijo en su día Don Juan Carlos con motivo de la proclamación de su hijo, el hoy Rey Felipe VI, como Príncipe de Asturias: «Esa Cruz de la Victoria que llevas sobre el pecho es, efectivamente, una victoria que hemos de conquistar todos los españoles… Esa Cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey. La que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona: ni un minuto de descanso, ni el temblor del desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos».
Habrá que convenir que la decisión del Rey de no contar con su padre en la conmemoración de los 50 años de la restauración de la monarquía parlamentaria es, en lo personal, una pesada cruz, pero por una razón de honra y nobleza Felipe VI ha hecho lo que demanda la Corona: llevar la ejemplaridad a un nivel de integridad moral que le obliga a no contar con el Rey emérito en una fecha tan solemne. Duro, sí, pero acertado, por mucho que resulte innegable que no se puede entender el significado último de lo que representa la Corona sin la figura de Juan Carlos I. Ocurre, sin embargo, que la Corona obliga a un ejercicio de impecabilidad permanente, sin espacio para sombras como la que penden de la figura del anterior jefe del Estado, por mucho que sus logros estén ahí, marcados en la memoria de los españoles. Y es que la Monarquía demanda honra y nobleza desde el principio hasta el fin, ni una duda en el servicio a los españoles y sus destinos.
Los Reyes Felipe y Letizia , acompañados por la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, asistirán el 21 de noviembre al acto organizado en el Congreso de los Diputados bajo la denominación de 50 años después: la Corona en el tránsito a la democracia, un acto solemne marcado por la ausencia del Rey emérito en el que Doña Sofía, entre otras ilustres personalidades, recibirá el Toisón de Oro, la insigne y más alta distinción que otorga el Rey. La democracia española no se entiende sin el papel de la Corona y la Corona no se entiende sin la democracia que hizo posible la victoria de la libertad que hace 50 años logramos todos los españoles. Juan Carlos I, durante décadas encarnación de la Corona, debería estar presente, si no fuera porque fue él quien no supo llevar con honra y nobleza la cruz de la Corona.

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