Demasiados decibelios

¿Cuántas veces hemos escuchado a las celebridades de cualquier tipo apelar a ese «altavoz» del que disponen como herramienta para «hacer el bien»? Hecha la estimación, que –supongo– se ha resuelto en infinita, ¿cuántas veces se ha usado ese «altavoz» del que ya se ha escrito en este mismo hueco para, verdaderamente, «hacer el bien»? Quizá el único asomo de optimismo de este mundo hiperconectado en el que vivimos sea, precisamente, que ese «altavoz» ya no es sólo una posesión de los afortunados. Cada vez son más los que, de una forma u otra, hacen uso del mismo. Como si en el chino de la zona lo tuvieran de oferta. La cuestión es que no todos suenan al mismo volumen. A algunos –la mayoría– les afligen unos defectos de fábrica que reducen sobremanera sus decibelios: la intensidad de su sonid