En Galicia, la lluvia no moja igual. Cae despacio, con parsimonia, como si formara parte del paisaje desde siempre. Se cuela entre las piedras, empapa los tejados, resbala por los cristales sin hacer ruido. Llueve en otoño, llueve en invierno, llueve incluso cuando parece que no llueve . Y, sin embargo, los gallegos no protestan. Se encogen de hombros, ajustan el paso, y siguen adelante.
Tal vez por eso la lluvia en Galicia no es un inconveniente , sino una forma de ser y estar. Ha moldeado el terreno y también el carácter. El gallego, dicen, es paciente y esconde una callada ironía que se cuela en el lenguaje cotidiano. Tal vez sea porque, frente a lo inevitable, en Galicia no se grita, se dice .
Y se dice con una de esas frases que ningún idioma puede traducir del todo: "Se chov

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