A menos de dos horas de la Ciudad de Buenos Aires, entre el verde y el silencio del partido de Luján, se esconde Cortínez, un pequeño pueblo bonaerense que parece detenido en el tiempo. Con apenas 1500 habitantes y un ritmo apacible, se ha convertido en un refugio ideal para quienes buscan una escapada sin multitudes, donde la sencillez se transforma en encanto.
Fundado en 1888, Cortínez creció al compás del ferrocarril, como tantos pueblos del interior argentino. Hoy, conserva la tranquilidad y las costumbres de otra época: los vecinos se saludan por su nombre, los niños juegan en la plaza y el tiempo parece correr con otra lógica.
Caminar por Cortínez es una invitación a la pausa. Las calles de tierra bordeadas de árboles añosos, las casas bajas con galerías y rejas antiguas, y el soni

La Voz del Interior
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