Quienes somos de pueblo y tenemos muchos años, hemos conocido brujas que recomponían los huesos, quitaban verrugas y tenían remedios para muchas dolencias difíciles de curar con los medios que había a principios del siglo XX.

Las brujas han habitado siempre un territorio ambiguo entre la sabiduría y la condena, pero también desde el reconocimiento y el respeto de quienes recurrían a ellas. En las tragedias de Shakespeare, la literatura las ha presentado como figuras enigmáticas, mitad reales y mitad simbólicas, que encarnan tanto el miedo como el deseo de libertad. Las tres hechiceras de Macbeth, con sus profecías en clave y su lenguaje de oráculo, anuncian no sólo el destino del rey escocés, sino la tensión eterna entre el poder y lo oculto. En ellas hay una advertencia y una fascinación

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