El trasplante se hizo entre hermanos. El donante, consciente del riesgo, entregó una parte de sí para salvar a su ser querido. El receptor llevaba meses sometido a diálisis. El silencio en el quirófano apenas se interrumpía con las voces cortas y precisas de los cirujanos y el sonido metálico de los instrumentos. Afuera, la familia del paciente esperaba en vilo. Nadie lo sabía entonces, pero ese riñón trasplantado no solo le daría a un hombre una segunda oportunidad de vida: marcaría un antes y un después en la historia de la medicina en Colombia. Era la madrugada del 29 de agosto de 1973 y en una sala quirúrgica del Hospital Universitario San Vicente de Paúl (hoy San Vicente Fundación), en Medellín, un grupo de médicos se jugaba mucho más que una cirugía.
Un final victorioso
Era el mome

El Colombiano

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