WEST PALM BEACH, Florida, EE.UU. (AP) — No hace mucho tiempo, el presidente estadounidense Donald Trump hablaba de construir un legado como “pacificador”.
Su gobierno mediría “el éxito no sólo por las batallas que ganamos”, dijo Trump en su discurso de toma de posesión, “sino también por las guerras que terminamos, y quizás lo más importante, las guerras en las que nunca nos involucramos”.
Pero a nueve meses del inicio de su segundo periodo en la Casa Blanca, el mandatario sigue un curioso camino para ejecutar su agenda de política exterior de “paz a través de la fuerza”, una frase que tomó prestada de otro presidente republicano, Ronald Reagan, quien veía la construcción de un Ejército y una economía fuertes como la base para disuadir a la ahora extinta Unión Soviética.
La interpretación de Trump de la doctrina de Reagan incluye amenazas más agudas, bombardeos y no carece de bravatas.
Es demasiado pronto para saber cómo la historia juzgará la versión de Trump, pero Reagan, conocido como el Gipper por uno de sus personajes cinematográficos, también tuvo sus detractores.
“Hay mucha gente que le habría dado a Reagan una calificación no aprobatoria alrededor de 1983 o así”, dijo Andrew Busch, académico de la Universidad de Tennessee, señalando el año en que Reagan ordenó la invasión estadounidense a la isla caribeña de Granada. “Para 1989, cuando dejó el cargo, esas mismas personas dijeron: ‘Vaya, ese tipo fue el mayor pacificador del siglo XX en algunos aspectos’”.
El enfoque característico de Trump hacia la diplomacia al estilo Reagan se mostró plenamente durante su viaje a Asia la semana pasada.
Cuando se dirigía a Kuala Lumpur, Malasia, para la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, el presidente republicano anunció a través de las redes sociales que cancelaría las conversaciones comerciales con Canadá e impondría otro arancel del 10% a las importaciones de mercancías del vecino del norte. Expresó su indignación por un anuncio televisivo —pagado por la provincia canadiense de Ontario— en el que se utilizó un audio editado de Reagan donde criticaba los aranceles y que se emitió durante la transmisión de partidos de la Serie Mundial.
Luego, cuando Trump se reunía con mandatarios en Malasia y Corea del Sur, la Marina de Estados Unidos llevó a cabo más ataques letales contra embarcaciones que presuntamente participaban en el tráfico de drogas en el Pacífico.
Su gobierno trasladó el USS Ford y a miles de marineros del Mediterráneo hacia las aguas del mar Caribe cerca de Venezuela, en el mayor despliegue de tropas estadounidenses en América Latina en más de 50 años.
Pero Trump no había terminado.
El jueves, minutos antes de una importante reunión con el presidente chino Xi Jinping, el mandatario recurrió a las redes sociales para insinuar que se preparaba para descartar una prohibición de décadas sobre las pruebas de armas nucleares del país.
Más tarde, cuando regresaba a Washington, Trump se mostró ambiguo sobre si realmente quería decir que ordenaba la reanudación de las pruebas explosivas de armas nucleares —algo que sólo Corea del Norte ha efectuado en este siglo— o si era un llamado a probar sistemas estadounidenses que podrían transportar un arma nuclear, lo cual es mucho más rutinario.
Tampoco ha dicho claramente si tiene la intención de reanudar las pruebas de detonación nuclear subterránea.
“Lo descubrirán muy pronto”, dijo a los periodistas el viernes, a bordo del Air Force One, cuando se dirigía a Florida para pasar el fin de semana.
El secretario de Guerra estadounidense Pete Hegseth no ha aclarado qué tipo de pruebas planea llevar a cabo el gobierno. Pero reitera el mantra que Trump tomó prestado de Reagan.
“Estados Unidos se asegurará de que tengamos el arsenal nuclear más fuerte y capaz, para que mantengamos la paz mediante la fuerza”, aseveró Hegseth el viernes. “A esto nos referimos. En cada reunión, de eso hablamos: paz a través de la fuerza”.
El sábado, Trump volvió a la carga.
Esta vez advirtió a Nigeria que ha ordenado al Pentágono comenzar a planificar una posible acción militar en Nigeria, e intensificó las acusaciones de que el gobierno nigeriano no está frenando la persecución de cristianos en el país de África Occidental.
“Si el gobierno de Nigeria sigue permitiendo el asesinato de cristianos, Estados Unidos suspenderá de inmediato toda la ayuda y asistencia a Nigeria, y bien podría entrar en ese país ahora desacreditado, ‘armas en mano’, para aniquilar por completo a los terroristas islámicos que están cometiendo estas horribles atrocidades”, publicó Trump en las redes sociales.
El presidente nigeriano Bola Ahmed Tinubu ha rechazado las afirmaciones de Trump, diciendo que la representación de su país como intolerante religiosamente no refleja la realidad nacional.
Aunque las declaraciones imprudentes sobre pruebas nucleares resultaron sin duda inquietantes para algunos, la reacción pareció ser relativamente mesurada. Después de todo, Trump ha hecho muchas declaraciones sólo para luego cambiar drásticamente de postura.
Por ejemplo, hace poco, en cuestión de semanas, pasó de sostener que Ucrania debe ceder tierras a Rusia a proclamar que, en su opinión, Kiev podría recuperar todo el territorio perdido en la guerra, para después declarar que “la lucha debería detenerse en las líneas en las que están ahora”.
Los funcionarios del gobierno estadounidense son reacios a cuestionar las tácticas de Trump, pero reconocen que algunas pueden considerarse contradictorias, particularmente con lo que parecen ser reversiones espontáneas en sus declaraciones públicas.
En lugar de considerar estos abruptos cambios de curso como defectos, los funcionarios del gobierno federal argumentan en privado que le dan a Estados Unidos más influencia y hacen que los adversarios actuales y posibles —sin mencionar a los aliados y socios— sean más cautelosos al cruzarse con Trump.
Sin embargo, durante mucho tiempo, la consistencia en la política ha sido considerada clave para la seguridad nacional y las relaciones internacionales, principalmente porque proporciona una base concreta para los entendimientos y medidas internacionales que otros países consideran al tomar sus propias decisiones.
“Esto es un producto de la falta de avance”, dijo Ian Kelly, diplomático de carrera retirado que fue embajador de Estados Unidos en Georgia durante el primer mandato de Trump. “Es una operación clásica de arriba abajo y no parece haber ninguna consulta con otras partes interesadas, especialmente con el Congreso, pero tampoco con aliados de larga data”.
Trump ha logrado aferrarse firmemente al título de “pacificador” aun cuando su gobierno ha llevado a cabo una política exterior activista en los primeros meses de su segundo mandato.
El mandatario presenta como un logro brillante su decisión de ordenar ataques en junio a tres instalaciones nucleares iraníes críticas que, según él, “aniquilaron” el programa iraní. El bombardeo causó graves daños, en una operación en que ningún soldado estadounidense resultó lesionado.
Aunque Trump insiste en que el programa fue destruido, el jefe del organismo de control nuclear de la ONU dijo esta semana que recientemente se volvió a detectar movimiento en los sitios nucleares de Irán.
Antes de esos ataques, algunos de los seguidores acérrimos de Trump, como Steve Bannon, la legisladora Marjorie Taylor Greene, republicana por Georgia, y los comentaristas Tucker Carlson y Charlie Kirk, expresaron su consternación cuando Trump consideró emprender una medida militar. Señalaron la propia cautela del presidente sobre las décadas de guerra fomentadas en gobiernos anteriores.
Al parecer, los ataques de Trump en el Caribe han asestado fuertes golpes a los narcotraficantes venezolanos y han desestabilizado al gobierno del presidente Nicolás Maduro. Por el momento, eso parece conllevar “muy poco costo político” para Trump, subrayó Justin Logan, director de estudios de defensa y política exterior del Instituto Cato, un grupo de expertos de tendencia libertaria en Washington.
Pero el experto argumenta que Trump debería tener cuidado al reflexionar sobre el camino a seguir en Venezuela y evitar los escollos de las “guerras interminables” en Irak y Afganistán que dejaron una marca indeleble en la psique estadounidense. Esta será en su propio patio trasero.
“Este gobierno parece favorecer estos golpes cortos y agudos y luego afirmar que han resuelto todo el problema”, dijo Logan. “Me temo que lo que sucederá es que descubriremos que ninguno de estos problemas ha sido realmente resuelto”.
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Finley y Lee reportaron desde Washington.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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