El pájaro Kaua’i atravesaba la isla de orilla a orilla buscando la cavidad de un árbol donde descansar. Sabía que cerca de los lagos encontraría una disponible, pero todos los pájaros que se acercaban a esos lugares eran atacados por mosquitos, enfermaban y casi siempre morían. Cantó buscando el consejo de otro pájaro; solo el silencio le respondió. Todos los demás lo habían excluido, lo evitaban e ignoraban. El motivo le era totalmente desconocido. Tal vez su canto molestaba, o su plumaje se había vuelto opaco y escaso.
Cuando la noche empezaba a reinar, encontró un árbol con una cavidad cerca de la cima de la isla. Se acurrucó en su interior, aliviado de no tener que pasar otra noche al aire libre. Recordó cómo en el pasado siempre tuvo dónde dormir. Los mosquitos lo obligaron a él y a

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