Muchas empresas declaran valores, pero pocas los viven. La coherencia cultural —esa alineación entre lo que se dice, se hace y se siente— se ha convertido en la nueva ventaja competitiva. Hoy, liderar no es hablar de propósito, es vivirlo.
En casi todas las organizaciones hay un punto en común: los valores están enmarcados en la pared, pero ausentes en las decisiones diarias. Se habla de trabajo en equipo, innovación o empatía, pero lo que muchas personas viven dentro es presión, silos, desconfianza o miedo a hablar. Y ahí empieza el problema. Porque lo que no se vive dentro, no se transmite fuera. Una cultura incoherente no solo erosiona el compromiso interno, sino que termina afectando al cliente y a la rentabilidad del negocio.
Según Gallup , las empresas con culturas sólidas y cohe

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