Capula, Michoacán.- En Capula el Día de Muertos no solo se celebra: se respira.

El aire está impregnado del aroma a cempasúchil, del calor de los hornos que dan vida al pan recién hecho y del barro húmedo que, entre manos artesanas, se transforma en catrinas de mil colores.

El ambiente es una mezcla deliciosa: huele a comida tradicional, a elote asado, a churros crujientes, a fiesta viva. A lo lejos se escuchan risas, música de banda, y el murmullo constante de la gente que camina entre los altares y los puestos.

Las catrinas, orgullosas, lucen sus vestidos de barro, sus tocados florales y su elegancia eterna. Entre calaveritas de azúcar, pan de muerto y adornos artesanales, el pueblo entero parece haber sido tocado por un pincel de color y tradición.

Capula se convierte, como cada año

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