Prólogo de una tragedia anunciada: La demolición del Teatro Cervantes de Jaén (1972-1973) fue mucho más que el derribo de un edificio: fue el crimen perfecto contra la memoria colectiva. Un secuestro cultural perpetrado a plena luz del día, con la complicidad de las mismas instituciones llamadas a protegerlo. Aquel acto de pura especulación simboliza el punto de colisión entre dos Españas irreconciliables: la que atesoraba un legado cultural y sentimental, y la que, en nombre de un progreso ciego, sacrificaba su patrimonio histórico, impulsada por los intereses económicos del momento.

Donde durante seis décadas resonaron los versos de Lope, los boleros de Machín y las risas de Tony Leblanc, hoy se alza un coloso de mármol y capital. Esta es la crónica de cómo se consumó uno de los ma

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