Desde hace algunos meses, la localidad sevillana de Morón de la Frontera vive volcada en un hecho insólito: los preparativos de una obra de teatro en la que todo el pueblo, o casi, va a verse implicado. Entre actores profesionales, vecinos y hasta reclusos del centro penitenciario, el elenco suma a más de 130 participantes conjurados en una misión: contar el relato de una comunidad que se conjuró para hacer frente al abuso de poder.

El estreno será el próximo 8 de noviembre a mediodía en la plaza de San Miguel, pero el proyecto se remonta a más de una década atrás, según recuerda Raúl Cortés, director de la compañía local La Periférica e impulsor de esta iniciativa. “Decidimos convocar a una serie de personas del pueblo que no escribían teatro, pero que podían ayudarnos a dejar por escrito la leyenda del gallo, la misma que nosotros hemos venido escuchando desde que éramos chicos”, recuerda. “Desde aquel momento empezamos a abrigar la idea de una obra de teatro comunitario en la que los vecinos protagonizasen su propia leyenda, su propia historia”.

Algunas versiones de la leyenda sitúan los hechos en 1597, y todas coinciden en un hecho central: la llegada de un agente externo enviado por la Cancillería de Granada, que trata de imponer su orden social y económico, es decir, recaudar más impuestos. Una frase recurrente para referirse a él era Donde canta este gallo no canta otro , aunque es sabido que su final fue quedarse sin plumas y cacareando. “Ese personaje se desempeñó con tanta arrogancia y con tanta altanería, y violentó tanto a los vecinos, que estos al final terminaron olvidando sus rencillas y se unieron contra el déspota”, apunta Cortés. “Es el relato de una revuelta, de la subversión de un pueblo que se rebela contra los excesos y la arbitrariedad del poder”.

Sabotaje al presente

Comenzaron entonces las alianzas: a La Periférica se sumó, desde Colombia, el Teatro Experimental Fontibón, especializado en teatro de calle; y a partir de ahí, de manera entusiasta, los vecinos, las administraciones, “incluso el propio cuerpo social y empresarial del pueblo, generando un clima de cohesión muy bonito”, explica Cortés. “A mí me interesa mucho el carácter democrático de la tradición oral. Por un lado, tenemos un relato que es inestable, porque se va transformando con el paso del tiempo. Según con quién tú hables, la leyenda adquiere un cariz u otro, y esto sucede porque la autoría es diversa, difusa, coral, polifónica. De alguna manera, lo que estamos haciendo es cuestionar y tensionar todas las narrativas únicas que están tan instaladas en nuestra sociedad. Por cierto, unas narrativas únicas que son las responsables del clima de polarización que vivimos, porque todas se convierten en estandartes de verdades absolutas. Al mirar atrás y hacerlo a través de la cultura popular, con estas narrativas que como digo son mutantes, parciales y resbaladizas, en el fondo está muy cerca de convertirse en un acto de sabotaje contra los engranajes del presente, tan rígido”.

Johan, actor colombiano de la compañía Fontibón, comenta que “es muy emocionante estar acá. Nos hemos encontrado con gente que nos hace reír y nos llena de entusiasmo en cada ensayo, que tiene un enorme compromiso con esta historia que toca las fibras de su propia esencia como habitantes de este territorio”, dice. “Empezamos haciendo teatro de calle en Bogotá, hemos hecho cosas parecidas pero no de esta envergadura: a lo sumo, 50 o 70 personas. Esta obra tiene una visión mucho más amplia gracias a esa fantasía que se aplica a la obra, los juegos escénicos, las sorpresas, los personajes… Eso hace que sea un trabajo especial y diferente para nosotros. Y eso nos llena de gozo. Ojalá el público quede con la sensación de querer seguir participando y ver más veces la obra”.  

Uno de los primeros colectivos en incorporarse fue el de los reclusos del Centro Penitenciario Sevilla II, próximo a Morón. “Fuimos con cierta cautela, porque no sabíamos cuál iba a ser la reacción de los funcionarios de prisiones, pero la subdirectora saludó el proyecto con efusividad. Para luchar contra ese estigma social que persigue a las personas privadas de libertad, decidimos cambiar por completo el rol que la sociedad le reserva: en la representación ellos son soldados, es decir, la policía de la época. Han tenido que aprender lucha escénica, esgrima… ¡Imagínate la cara de la gente cuando llegábamos intentando entrar los sables al centro penitenciario!”

Condesa por un día

Le siguió la banda municipal de música, el coro, agrupaciones de carnaval, escuelas de danza, de baile flamenco y hasta los jinetes de la escuela de equitación de Mercedes Galán: nadie quería perderse esta fiesta de las artes escénicas. Hasta el cartel es de un artista moronense, Alejandro Pérez. “Con todos los vecinos convocamos un casting y aquello se desbordó, porque se inscribieron muchísimas personas y dijimos, ¿y ahora qué hacemos con todo esto? Pues vamos a buscar la manera de que todo aquel que ha querido participar, participe. A pesar de la estrechez presupuestaria, este capital de ilusión, de entusiasmo, no podemos desperdiciarlo, no podemos derrocharlo”.

Como botón de muestra, cabe señalar que la actriz más joven de elenco tiene unos 6 años, y la más veterana se acerca a los 80. “Conviven diferentes nacionalidades, por la participación del grupo colombiano, diferentes razas, diferentes etnias, diferentes inclinaciones sexuales, diferentes preferencias ideológicas. Y personas libres y personas privadas de libertad. Es el recordatorio de que la salvación está en la vida, de que la salvación está en lo colectivo, y de que hay mucho más. Compartimos mucho más, y que hay muchas más razones y muchos más elementos que nos unen de lo que nos separan, a pesar de todos los discursos y las narrativas individualistas, competitivas y narcisistas de este tiempo”, agrega Cortés.

Una de esas vecinas es Ángeles Escalante, con 66 años recién cumplidos y una obra de teatro de hace 20 años como única experiencia en este campo. Ahora se alegra de “ser por una vez en mi vida rica y noble, porque soy condesa, y mi marido en la vida real es conde”, bromea. “No es fácil poner a tanta gente de acuerdo. Raúl tiene un equipo fantástico e, inteligentemente, nos han repartido por grupos. Somos como un tetris, las piezas van encajando poco a poco y solo ahora estamos empezando a ver la obra entera. Ahora solo nos da miedo que en los números de esgrima pierdan un segundo de sincronización y se peguen un castañazo [risas] Pero está siendo un proyecto precioso: a mí me han logrado despertar de nuevo el gusanillo del teatro, y en lo colectivo nos han unido a todos en el interés de que esto salga bien”.    

Romper el aislamiento

El director reconoce que ha tenido dos referentes fundamentales: Fuenteovejuna y El alcalde de Zalamea . “De hecho, la gente de Fuente Ovejuna nos ha ayudado mucho, cada vez que hemos tenido una duda ha estado ahí. Ese es nuestro horizonte: generar desde las periferias unos relatos propios que miren sin complejo a los grandes centros de producción. De alguna manera es una forma de luchar contra la despoblación, contra el aislamiento, y reivindicar también la creación de las áreas rurales y de las zonas periféricas. Así que nace con voluntad de continuidad. Queremos instaurar una tradición a ser posible anual. De momento, el año que viene, está garantizado que se repite”.

“No es montar una obra sin más”, concluye el director, que celebra que todas las entradas se agotaran en pocos minutos. “Lo que pretendemos es reivindicar a la comunidad, y más concretamente, el espíritu comunitario de las áreas rurales, que muchas veces están olvidados, despreciadas por las grandes capitales en su condición de grandes centros de producción. Que los vecinos de Morón se junten hoy para protagonizar una sublevación que otros moroneros protagonizaron cinco siglos atrás, pues tal vez puede ser la forma simbólica de despertar un grito dormido tan necesario en nuestras sociedades de hoy en día”.

Pero hay algo más: un intento de romper un aislamiento que se ha ido acentuando cada vez más. “Por aquí pasaba el tren, y ya no pasa. Nos hemos quedado fuera de toda la red de autovías. Somos un pueblo grande, de veintitantos mil habitantes, pero estamos perdiendo densidad demográfica”, lamenta Cortés. “Este montaje es sobre todo es una oportunidad para reforzar la cohesión del pueblo, para fortalecer un sentimiento identitario, una identidad que nada tiene que ver con esas inflamaciones artificiales que hoy están tan en boga, sino con la conciencia crítica: primero de ser lo que somos, periferia, y admitirlo sin ningún tipo de complejo, pero también sin ningún tipo de complejo mirar a los centros, mirar al centro, y no pedirle permiso al centro para existir. Reivindicar un concepto de periferia que no se resigne o que no es indiferente ante las injusticias sociales, sino una periferia capaz de comprometerse con el otro y desafiar el poder en cualquiera de sus formas, cuando el poder nos avasalla, porque eso es realmente lo que cuenta la leyenda del gallo. Aquella rebelión, aquel mito de la sublevación, sigue haciendo, sigue hoy construyendo sentido como pueblo a Morón”.