Hay un tipo de agotamiento que no se quita durmiendo. No es físico ni mental del todo, sino existencial. Es el cansancio de tener que ser alguien todo el tiempo. Vivimos en una época donde descansar parece un lujo sospechoso, como si no estar produciendo fuera una señal de fracaso moral.
La idea de “estar ocupado” se volvió un símbolo de valor personal. En redes sociales, en conversaciones, en el trabajo, todos parecemos competir por quién tiene menos tiempo libre, como si eso demostrara que nuestras vidas importan más. Lo curioso es que la mayoría no está tan ocupada por pasión, sino por miedo: miedo a no ser relevante, a no tener propósito, a quedarse atrás.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han lo llama “la sociedad del rendimiento”: un sistema donde ya no hay opresores visibles, porq

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