La meditación ha pasado en pocos años de ser una práctica alternativa a considerarse una posible herramienta terapéutica complementaria en entornos clínicos. Sin embargo, los especialistas insisten en que no debe aplicarse de forma generalizada ni asumirse como solución universal: igual que cualquier intervención médica, requiere criterio, personalización y supervisión profesional.

OKSALUD entrevista al Dr. Jesús Porta-Etessam, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, tras la jornada ‘Mindfulness y cerebro. ¿Qué dice la ciencia sobre sus efectos reales?’. El especialista explica qué respaldo científico tiene la meditación en neurología , en qué casos puede ser beneficiosa y por qué no debe aplicarse de forma indiscriminada.

PREGUNTA.- El mindfulness se ha popularizado enormemente en los últimos años, pero ¿qué dice realmente la ciencia sobre sus efectos en el cerebro?
RESPUESTA.- La meditación forma parte de las terapias no farmacológicas. En los últimos años hemos visto que son fundamentales como tratamiento adyuvante a las terapias farmacológicas. Dentro de ellas la meditación es importante siempre que se haga adecuadamente guiada y bajo prescripción facultativa. Es fundamental seleccionar qué personas se van a beneficiar de ellas, lo mismo que ocurre con otros tratamientos. Tenemos evidencias en diversas patologías neurológicas como puede ser la migraña, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson entre otras…

P.- ¿Qué cambios concretos se han observado en áreas como la corteza prefrontal, la amígdala o el hipocampo en personas que practican meditación de forma regular?
R.- En algunos pacientes, asociada con la relajación, se puede producir una hiperactividad de la amígdala que es una estructura que participa en el miedo e incluso en la resonancia magnética cerebral se puede ver un descenso en el tamaño de esta. Hay estudios en los que se ven los tractos (tractografía) se ha observado un aumento de las conexiones entre el lóbulo prefrontal y esta estructura. Lo cual no sugiere un control más cognitivo de algunas emociones.

P.- Desde su experiencia, ¿hasta qué punto el mindfulness puede considerarse una herramienta terapéutica frente a problemas como la ansiedad, el estrés o la depresión?
R.- En situaciones de estrés o casos leves de ansiedad o depresión la meditación puede ser útil en algunos pacientes bien como única terapia no farmacológica o bien asociada a otros tratamientos de ahí lo fundamental que sea adecuadamente indicada por el profesional.

P.- ¿Cuáles son los límites actuales de la investigación? ¿Hay aspectos del mindfulness sobre los que aún no existe evidencia científica sólida?
R. - En los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento de las terapias no farmacológicas. Lo que es importante es saber cuál es su utilidad y en qué momentos no es un tratamiento adecuado. Además de tener claro que en la mayoría de los pacientes no van a curar la enfermedad sino que van a ser una ayuda en la mejora de los síntomas o de la situación vital de la persona.

P.- Más allá de los estudios neurológicos, ¿cómo influye la práctica del mindfulness en el bienestar general y la calidad de vida de las personas?
R.- Como todo en la vida no todo es útil para todos, pero hay personas en las que la meditación es muy positiva mejorando su bienestar y calidad de vida. Podríamos decir en palabras de Víctor Frankl que les puede ayudar a tener su deseo de significación.

P.- ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a quienes todavía ven el mindfulness como una moda pasajera o algo “no científico”?
R.- En el siglo XXI debemos tener una visión global del ser humano, entender el valor y la importancia del cerebro, y no desestimar ninguna que rápida que puede ser útil en nuestros pacientes conjuntamente con el resto de los tratamientos que nos hemos planteado.