Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia que peregrina se reconoce heredera viva de los que nos precedieron en la fe: los fieles difuntos , la fiesta que hoy celebramos.

Esta solemnidad nos convoca a mantener los ojos abiertos al asombro para ser capaces de mirar el horizonte último de la existencia, esperando la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro , como rezamos al final del Credo Niceno–Constantinopolitano . Pero no lo hacemos desde la pérdida o la nostalgia, sino desde la fe que proclama abiertamente que «si morimos con Cristo , también viviremos con Él» ( 2 Tim 2, 11 ).

Hace unos días, leía que la realidad se ve mejor desde los márgenes , contemplando la existencia desde los heridos, los olvidados y los que ya partieron. Y es cierto, porque en la lógic

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