Ningún usurero es generoso. Ningún prestamista es filántropo. Sus adelantos no obedecen a sentimientos nobles ni a principios morales. Se cobran con intereses y deben pagarse en tiempo y forma para no ser objeto de cobranzas que no se ejecutan ni con buenos modos ni con ajustes respaldados por otra ley que no sea la que ellos implantan. El gran ganador de las elecciones legislativas nacionales del domingo 26 de octubre en la Argentina fue un candidato que no figuraba en la boleta única. Donald Trump, el usurero de Washington. Nunca en la historia nacional, y mucho menos desde la restauración de la democracia en 1983, se había vivido una irrupción tan grosera e impúdica en la vida y el manejo de los destinos del país como la que llevó a cabo este personaje, secundado por su recaudador Scott

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