Padre Eduardo Hayen.- La noche de muertos es una noche “mágica” en México. El atractivo visual y la atmósfera misteriosa alrededor de esta celebración cautivan a nacionales y extranjeros: altares y tumbas llenas del colorido del cempasúchil y las velas; las calaveritas de azúcar, el pan de muerto, los tamales, el mole negro y el pozole; los dulces de calabaza y los alfeñiques; las mujeres vestidas de catrinas –que ahora concursan como “misses” en certamen de belleza–; los trabajos de papel picado, las flores y el copal; música y cantos como “La llorona”, “La Bruja” y “Hasta los huesos”. Es un ambiente que cautiva los sentidos y que, personalmente, disfruto mucho. Son bellísimas expresiones culturales de lo que somos Hispanoamérica, esa mezcla de lo indígena con lo español y lo católico.
Día de Muertos: fe y superstición
Juárez Hoy8 hrs ago
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