Era una cárcel particular. Había todo tipo de habitantes en ella, pero la mayoría eran delincuentes de poca monta. Ladrones de gallinas , borrachos y algún que otro delincuente con un poco más de imaginación que había llegado a estafador.
Sus delitos eran tristes y la vida en la prisión era triste. Hasta que un día, en ese lugar perdido de Francia, algo cambió. Por obra y gracia de la llegada de un nuevo director al presidio.
Era mayo de 1946 cuando Fernand Billa , un burocrático funcionario carcelario, llegó a Pont-l'Eveque, un pequeño pueblito de la Normandía. El hombre sería alcalde de lo más conocido del pueblo: la prisión.
El frente de la cárcel más loca del mundo (Prisión Pont-l'Eveque).
Pero don Billa tenía un pequeño problema: era un bebedor insaciable . Y el hombre

Clarín

Noticias de Argentina
Uno Santa Fe Policiales
Diario Panorama
Diario Panorama País
ELONCE
La Nueva Seguridad
Río Negro News Neuquén
Infobae
El Ancasti
Raw Story