De repente, el gobierno libertario encontró un escenario inmejorable. Ni las mediciones de los más optimistas entre sus propios asesores preveían un resultado semejante. El objetivo de “pintar todo el mapa de violeta” que el propio Milei había profetizado en mayo, se diluía entre derrotas legislativas y escándalos de corrupción. Los manuales clásicos auguraban la debacle y el propio gobierno, discutía los nombres de un relanzamiento del gabinete que devolviera la iniciativa política a un gobierno “casi terminado”. Nada de ello ocurrió. La Libertad Avanza ganó catorce de los veinticuatro distritos subnacionales, incluida la icónica provincia de Buenos Aires, y sumó legisladores suficientes para entusiasmarse con la construcción de mayorías propias en el congreso nacional.

El contrast

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