En el noreste soleado de Brasil, donde la Caatinga se extiende en un silencio espinoso, el regreso del guacamayo de Spix debía ser la redención hecha visible: una llama azul renacida de la extinción. Pero en mayo, los trabajadores de campo notaron lo imposible: plumas blancas entre el turquesa. Lo que debía ser un milagro en vuelo, de pronto, traía una advertencia.

Un regreso frágil enfrenta una nueva amenaza

Los matorrales de Curaçá, en Bahía, se han convertido en un santuario para el sonido. Cada mañana, los gritos de los guacamayos resuenan sobre los cauces secos: una música que no se escuchaba en libertad desde hacía más de dos décadas. Los lugareños habían empezado a creer en lo imposible: nidos llenos, polluelos chillando, los fantasmas del pasado reemplazados por alas en movimient

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