En España y buena parte de Europa, la noche del 31 de octubre se ha convertido en una cita esperada para los niños. Entre calabazas, dulces y el tradicional truco o trato , los pequeños eligen con entusiasmo su disfraz, mientras muchos padres se preguntan si esa elección dice algo sobre su carácter o etapa vital.
Lejos de ser un simple juego, disfrazarse es una poderosa herramienta simbólica . La psicología y la pedagogía coinciden en que cambiar de rol por un día permite a los niños explorar emociones, límites y fantasías de forma segura.
El disfraz como espejo emocional y juego simbólico
Cuando un niño pide disfrazarse de bruja, fantasma o monstruo , no hay motivo de alarma. A menudo, está explorando el miedo de forma controlada, aprendiendo a familiarizarse con aquello qu

La Razón

Vulture