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Alejandra, mi abuela materna, era una mujer menuda y fuerte. Usaba delantal, tenía un rostro moreno y caminaba rápido. Me regaló, a los 6 años, mi primer libro. Le gustaba cocinar en el brasero, y sus guisos de arroz secos, eran exquisitos, sabrosos. Nos decía "papi, mami, corazón, hijo". En cuarto grado cuando la maestra Nancy me dio una actividad para buscar palabras esdrújulas y agudas, fui corriendo a pedirle ayuda

porque no entendía la diferencia entre una y otra. Con el tiempo supe que ella tampoco estaba segura: había cursado sólo hasta tercer grado. Pero hizo lo que hacen las abuelas, darse maña para satisfacer el pedido del nieto. Buscó un diario viejo que lo guardaba como reliquia en su c

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