Intento comprender cómo un agitador impresentable puede resucitar la violencia, cómo la cámara del Senado degenera en espectáculo bochornoso, cómo un funeral se llena de caras de piedra y de insultos. Cómo se tolera en público un discurso racista o sexista en una sociedad que creíamos que lo había comenzado a corregir. Y no son hechos aislados; son el síntoma de un colapso mayor. En toda Europa se acusa una vez más a los jóvenes de ser más reaccionarios y menos solidarios con la pobreza o la inmigración. A la vez, por el contrario, se nos dice que la cosa de las derechas y las izquierdas ya no es lo importante, pero la psicología social ha ido mostrando, con estudios como lo del monopoly entre ricos y pobres que experimentaban en la universidad de California o midiendo cómo los dueños de c

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