Una de las experiencias de mayor emoción, apertura y extrañeza que he vivido me pasó hace unos meses en Senso-ji, el antiquísimo y turístico templo budista de Tokio advocado a la diosa de la compasión. El camino desde la puerta Kaminarimon hasta el templo era un nido de mercachifles comparable a las calles de Lourdes. Allí, hordas de turistas se pertrechan con toda suerte de escapularios, exvotos, velas, palitos de adivinación y hojas de instrucciones para ejecutar la adoración. El templo era un estruendo: guiris a voces, selfis, palmadas del ashikubi, sonoras cajas de omikuji y demás ornamentos sagrados relegados por el uso a mera cacharrería. Ninguno de aquellos peregrinos fortuitos tenía más idea que yo de lo que hacía. Un poco más al fondo, separado del mundanal ruido por una tela metá
Nivel Dios
 Málaga Hoy7 hrs ago
103


 CNN
 Deadline Business
 Atlanta Black Star Entertainment
 Associated Press Top News